Caminaba y caminaba sin rumbo sin saber donde te iba a encontrar. Yo sabía que
en algún lugar estabas, me habían pasado la dirección, es
más, hasta me guiaron por el camino pero yo no podía verte.
Busque en cada esquina, en cada parque, en cada jardín. Subí y baje de los
Metros y en cada salida esperaba encontrarte.
Quise darme por vencida pero las ganas de verte no me dejaban bajar los
brazos. Intenté no sentir cansancio después de tantas horas recorriendo las calles.
Levantaba mi cabeza y no podía verte entre los edificios. Cada historia que había escuchado y leído me daba fuerzas para no caer.
Se hacía de noche, pensé que tu luz me guiaría por el
camino, pero no podía verte.
Decidí descansar embarcándome en el barquito que recorre el Sena. Mi cuerpo descansaba un rato pero mi mente y mis ojos seguían
buscándote.
Hasta que a lo lejos una luz parpadeante fue abriéndose camino. De pronto esa luz comenzó a adquirir forma, una forma que
parecía desaparecer en el cielo de la oscura noche.
El barco se detuvo justo frente a ti y mis pies, descansados ya, no podía
moverse, una atracción misteriosa y penetrante se apoderó de mí. Quise escapar
pero me tenía atrapada. Mi mente se imaginaba en lo más alto contemplando la
hermosa París.
Te recorrí por todos lados, de frente, de costado, crucé los jardines y las
calles para verte de todas las perspectivas.
...y fue ahí cuando comprendí lo que todos me decían de
esa inexplicable atracción que genera la Torre Eiffel...
Frase del día: “París siempre es una buena idea” Audrey Hepburn
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