Los puertos me generan una
sensación especial.
Las imágenes de llegadas y
arribos, de despedidas, de llantos y alegrías, de barcos perdiéndose por el
horizonte, de atardeceres expectantes, de ilusiones y esperanzas; me invaden la
mente.
Me encanta pensar las miles de
historias que hay en cada puerto. Historias de encuentros inesperados o encuentros
esperados.
Siempre pensé que estas
historias eran inventadas ....hasta que me pasó a mí..!
Cierta vez en uno de mis
viajes recorriendo España, conocí Málaga.
Y fue inevitable conocer
su hermoso Puerto con ese faro típico de mar y esos barquitos amarrados.
Como muchas veces, decidí
sentarme y contemplar el paisaje.
Cerca una señora mayor,
alimentaba a las gaviotas que volvían de su vuelo en alta mar.
No sé qué pero algo llamó mi atención.
Será la soledad que la invadía, o la forma de mirar el horizonte con una mirada
perdida con los ojos brillosos que reflejaban el sol del atardecer.
No sé que era pero algo me dio
ternura y tristeza a la vez, sentí que esperaba a alguien, por eso decidí verla
a la distancia. Pasó un buen rato y la escena seguía siendo la misma.
No me preguntes porque, pero algo
hizo que me levantara, mis pies solos
fueron hacia ella como si una fuerza extraña me arrastrara. Le pregunté si
podía sentarme a su lado, sin apartar los ojos del mar, asintió con la cabeza.
Otro rato de silencio
pasamos juntas como si el tiempo se detuviera. Hasta que mi impaciencia e
incontrolable intriga sobre ella me ganó.
Le pregunté su nombre y hablé
algo sobre el clima. Al escucharme se dio cuenta de mi acento extranjero/argentino
y se ve que llamé su atención. Me preguntó de donde era y así entramos en confianza.
Sólo fueron pocas palabras e interminables silencios. Pero en un momento comenzó a contarme
una de las historias más conmovedoras que he escuchado.
Me contó que vivía sola, pero
que no siempre fue así. Que se sentaba todos los días en ese banco en el muelle
a alimentar a las gaviotas, que miraba el horizonte esperando a su amor. Pero
sabía que ya no volvería, porque había fallecido. Pero que en los últimos años
juntos, ellos iban al puerto y se sentaban en el mismo banco. Me dijo que inconscientemente
ella seguía haciendo lo mismo cada día, como si la ausencia fuera menos
evidente y eso la llenaba de paz.
Imposible decir una palabra, no
me salía ninguna y a la vez no quería arruinar el momento.
Solo atiné a pasar mi brazo por
su espalda y quedarme en silencio.
Ella me miró con ternura y se
fue...!!
La canción "En el Muelle de San Blas" de Mana se me viene a la cabeza.
"...ella despidió a su amor, él partió en un barco en el muelle de San Blás, el juró que volvería y empapada en llanto ella juró que esperaría. Miles de lunas pasaron y siempre estaba en el muelle esperando, muchas tardes se anidaron, se anidaron en su pelo y en sus labios..."
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